Declaración de RAWA
Zardad, un criminal producto de la
política de Gulbaddin Hekmatyar
Una vez más, estos días somos testigos de que las constantes declaraciones de RAWA acerca de la brutalidad de toda una serie de partidos fundamentalistas son ciertas. Por fin se ha abierto una rendija en la puerta que oculta los oscuros secretos de Afganistán, y a través de ella emana un hedor que lo está impregnando todo. La comunidad internacional ya no puede ignorar más una de las figuras clave del partido islámico Hezb-e-Islami de Gulbaddin Hekmatyar y los repugnantes crímenes que ha cometido. Esta vez, la noticia no se ha hecho pública merced a los arduos esfuerzos de RAWA sino a través de uno de los canales de televisión más prestigiosos del mundo.
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El programa Simpson's World de la BBC World TV llevó a cabo recientemente un reportaje de investigación sobre Zardad, un infame comandante de Gulbaddin Hekmatyar. Al ver el programa, no cabe duda de que las constantes declaraciones de RAWA son verídicas; a saber, que todos los grupos fundamentalistas Jihadi -y el partido islámico de Gulbaddin Hekmatyar en particular- cometen crímenes y atrocidades terribles y que, asimismo, han agrupado a los asesinos y criminales más crueles bajo un mismo paraguas ideológico.
RAWA quiere volver a insistir en el hecho de que Zardad no es un caso aislado. Ahora que un canal de televisión con influencia como la BBC -y por extensión el gobierno británico- se ha percatado de la existencia en suelo británico de uno de los perros rabiosos de una de las jaurías fundamentalistas Jihadis más salvajes e infames, no pueden y no deben quedarse de brazos cruzados y están obligados legal y moralmente a continuar con la investigación.
Por sí solo, Zardad nunca hubiera podido tomar el poder que le permite sojuzgar a cualquiera que se interfiera en su camino. De hecho, es el producto final de un partido fundamentalista y terrorista organizado. Dicho partido "político" crió, educó, preparó y convirtió a Zardad en lo que es. Nunca se hubiera convertido en un "perro salvaje" ni nunca hubiera creado incontables clones de sí mismo de no ser por la ayuda armamentística y el soporte moral que su partido le proporcionó en abundancia. Asimismo, nunca hubiera podido mantener el tren de vida que llevaba en el Reino Unido ni invertir en este país sin la aprobación y bendición de la banda a la que pertenece. Por lo tanto, el primer objetivo de una investigación implacable debería ser el mismo Gulbaddin Hekmatyar, junto con los cabecillas de la banda y los camaradas de armas que en la actualidad viven rodeados de lujo en países occidentales a costa de los millones de dólares manchados de sangre que usurpan a la gente de Afganistán.
Las investigaciones y las posibles acusaciones contra Gulbaddin Hekmatyar y los otros peces gordos de su partido islámico -cuyos crímenes y brutalidades inenarrables superaran algún día los de Zardad y los de su calaña- quedarían reducidos a nada más que a una conspiración para rescatar a Gulbaddin y compañía de las garras de la justicia si el revuelo que levanta un criminal como Zardad se queda en agua de borrajas.
Desenmascarar a Zardad es un buen comienzo -aunque tardío- que no hay que menospreciar. Sin embargo, la acusación y juicio de Zardad debe ir pareja a la de su padrino y mentor Gulbaddin Hekmatyar. La Corte Internacional de Justicia de La Haya, Amnistía Internacional u otros cuerpos internacionales que trabajan para que los criminales de guerra y los perpetradores de crímenes contra la humanidad comparezcan ante la justicia, así como las organizaciones en defensa de los derechos humanos, deben exigir al régimen iraní -el único régimen del mundo que garantiza asilo a los infames carniceros Jihadi- que extradite a Hekmatyar. Además, el régimen iraní debe ser castigado con contundencia por su manifiesto patrocinio de terroristas y asesinos.
Si los países occidentales son honestos en su
compromiso de paz y justicia en Afganistán y desean
además ayudar al pueblo afgano, especialmente a las
mujeres afganas, que son las primeras víctimas de la
tiranía fundamentalista y terrorista, están moralmente
obligados a extraditar a cada uno de los peces gordos
de cualquiera de las facciones Khalqi, Parchami,
Jihadi o Talibán que continúan en pie en sus
territorios y entregarlos a los tribunales
internacionales para que respondan de los inenarrables
y crueles heridas que han perpetrado contra el cuerpo
y alma del pueblo afgano, heridas mucho más profundas
que los colmillos rabiosos de "perros" como Zardad y
los de su calaña.