RAWA (Asociación Revolucionaria de Mujeres de Afganistán) se ha mantenido activa durante más de una década. Se trata de un grupo de centro-izquierda que no aboga por la violencia. Realiza campañas por los derechos de la mujer y la provisión de recursos para la educación y la salud de mujeres y niños. Ha establecido numerosos programas educativos y sanitarios en Afganistán pero ha tenido que disminuir la escala de sus operaciones a causa de las amenazas recibidas. La mayor parte de sus actividades se desarrollan en las áreas donde se encuentran refugiados afganos en Pakistán, inclusive varias escuelas bien organizadas en Peshawar y Quetta, así como un centro sanitario en Quetta. Incluso hoy las líderes de RAWA que se encuentran en Pakistán continúan recibiendo amenazas de muerte de los grupos muyaidines y varias han tenido que esconderse por temor de sus vidas.
Meena, fundadora de RAWA y trabajadora sanitaria, fue asesinada en febrero de 1987 en su casa en Quetta, junto a dos familiares. Las circunstancias del asesinato y los testimonios recibidos por Amnistía Internacional de testigos y fuentes independientes, indican que los asesinos habrían estado estrechamente vinculados al "Hezb-e-Islami". Antes de su asesinato y por sus actividades anti-yihad (guerra santa), Meena había recibido reiteradas amenazas de muerte. Éstas estaban relacionadas con sus viajes a Europa Occidental, donde había efectuado declaraciones públicas sobre la situación de las mujeres afganas tanto en Afganistán como en los campos de refugiados en Pakistán, controlados por los grupos afganos muyaidines. A pesar de haber informado a las autoridades Pakistaníes acerca de dichas amenazas, no recibió ninguna protección policial.
Cuando los cadáveres de Meena y sus dos parientes fueron hallados, numerosos diarios pakistanís, estrechamente asociados con el gobierno, se refirieron a las víctimas como agentes de la entonces policía secreta afgana. Los miembros de RAWA negaron estas acusaciones y urgieron a la policía a que investigara los asesinatos y llevara a los culpables ante la justicia. La policiaí pakistaní, sin embargo, no realizó acción alguna. Las líderes de RAWA, temiendo ser asesinadas por grupos fundamentalistas o arrestadas por motivos políticos, pasaron a la cladestinidad.
En febrero de 1989, miembros de RAWA planearon una manifestación de protesta en contra de la negligencia de la policía pakistaní a la hora de dotar de protección adecuada a las líderes de RAWA, destacando los problemas a que se enfrentan las mujeres afgnas que se oponen al gobierrno de Kabul y a los grupos muyaidines, así como presionando a las autoridades pakistanís para que llevaran ante la justicia a los responsables de la muerte de Meena Keshwar Kamal y sus parientes. Antes de la manifestación, sin embargo, la policía allanó las casas de algunas líderes de RAWA en Quetta, al parecer por instigación del "Hezb-e Islami" y otros grupos muyaidines. La convocatoria fue cancelada.
A finales de 1994, una activista de RAWA describió así para Amnistía Internacional, los problemas a los que se enfrentan:
"Estamos trabajando por el bienestar de las mujeres afganas en Pakistán. Hemos sido amenazadas. Recibimos amenazas escritas. No se nos permite proveer a las mujeres afganas de la educación que tanto necesitan. No podemos ni siquiera explicar a las mujeres sus propios derechos. Hay grupos juveniles afiliados al partido de Gulbuddin Hekmatyar (Hez-b Islami). Él advirtió a las muejers que no concurrieran a lugares públicos y que se vistieran con ropa islámica. Los miembros de los grupos juveniles reprueban a las jóvenes afganas en las calles por salir fuera de sus hogares. Hay clínicas en Islamabad, por ejemplo, que proveen de tratamiento médico gratuito a las mujeres afganas, pero estos grupos les impiden llegar, objetando que las mujeres sean atendidas por médicos varones. No podemos distribuir nuestras publicaciones y cintas de audio educativos. Cualquier comercio que los venda se encontrará con serios problemas. Los miembros de los grupo juveniles islámicos se los llevan y crean serias dificultades para el comerciante que se atreve a venderlos. Algunos han sido amenazados de muerte si siguen vendiendo nuestras publicaciones. La policía pakistaní se muestra indiferente a la hora de actuar contra estas atrocidades" .
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