el Periódico, 29 DE MAYO DEL 2005 |
Rebeldes con causa
MONTSERRAT RADIGALES
BARCELONA
LA ACTIVISTA AFGANA: «Secuestros, violaciones y lapidaciones son frecuentes en mi país», denuncia Amina
Proceden de sociedades muy distintas y viven conflictos de naturaleza muy diferente. Pero todas tienen el convencimiento de que con la violencia no se solucionan los problemas. Creen que las mujeres pueden aportar mucho a la política de la paz. Al fin y al cabo –dicen– los protagonistas de los conflictos armados son, primordialmente, hombres.
Dieciocho mujeres llegadas de distintos rincones del planeta se reunieron el pasado fin de semana en Barcelona para participar en las jornadas internacionales Les mediacions femenines, una pràctica de pau, organizadas por el Institut Català de la Dona y la Agència Catalana de Cooperació al Desenvolupament. Algunas han participado personalmente en mediaciones. Otras trabajan en la sociedad civil.
La tristeza de Amina
Amina Shams es afgana. Tiene sólo 23 años, pero no duda en asumir riesgos considerables para conseguir que sus compatriotas puedan llevar una existencia digna de un ser humano. «El mundo ha olvidado a Afganistán», se lamenta. Amina remarca que, aunque los talibanes ya no están en el poder, «las mujeres no tienen un entorno seguro. Los secuestros, las violaciones y las lapidaciones son frecuentes. Algunas mujeres no pueden soportarlo y, después de ser violadas, se inmolan a lo bonzo».
Vestida como no podría hacerlo en su país –con unos pantalones ajustados y la cabeza descubierta– Amina explica los orígenes de Rawa (Asociación Revolucionaria de Mujeres de Afganistán) en cuyas actividades, clandestinas, está involucrada. «Rawa nació en 1977 para luchar por un Afganistán libre, democrático y secular». El país estaba entonces ocupado por las tropas soviéticas. «Ya ve: casi 30 años después aún tenemos que seguir luchando por lo mismo».
Amina reconoce que es difícil cambiar hábitos en una sociedad muy tradicional, pero cree que la mayor responsabilidad del trato que recibe la mujer es del Gobierno, que lo tolera. «Es un problema político. Por ejemplo, en la región de Herat, más de 65 mujeres se han inmolado tras ser víctimas de violaciones. Esta región está gobernada por Ismail Jan, un señor de la guerra que está en el Gabinete de Hamid Karzai».
La joven Amina vive en Pakistán aunque su familia está en Afganistán y ella va con frecuencia. El viaje a Barcelona ha constituido su primera incursión en el mundo occidental. ¿Su impresión? «Salgo a la calle y veo caras alegres, rostros sonrientes.
En Afganistán, la gente lleva la tristeza grabada en el rostro. Y las mujeres más, aunque la oculten bajo un burka que no se quitan porque tienen miedo».
Atrapadas por la historia
Tal Haran, de 58 años, y Busayna Dabit, de 40, tienen orígenes antitéticos, pero también una historia en común que las atrapó y las ha hecho confluir en un mismo punto. Tal, judía israelí, creció en un entorno nacionalista. Su padre –tercera generación de judíos emigrados a Palestina– participó en el proceso de creación del Estado de Israel desde el lado más radical (militó en el Irgún). Su madre llegó a Palestina huyendo de la pujanza del nazismo que amenazaba a Europa. Busayna, natural de Ramla (cerca de Jerusalén), pertenece a una de las familias palestinas que, en 1948, tras la proclamación de Israel, permaneció en su casa y obtuvo la nacionalidad israelí.
A Tal no le gustaba el ambiente «militarizado» de su entorno y se refugió en el arte. Busayna ingresó (comomuchos árabes israelís) en el Partido Comunista de Israel, pero fue su trabajo como arquitecta el que le hizo tomar plena conciencia de la situación de su comunidad. «Trabajé para prevenir las demoliciones en la ciudad vieja de Ramla.
Si pierdo mi ciudad, pierdo el vínculo con mi tierra», afirma. Las dos militan en asociaciones que promueven la paz y la coexistencia entre israelís y palestinos. Tal mantiene una militancia feminista activa, pero es Busayna quien remarca: «En mi sociedad, la mujer es la víctima de la víctima». A Tal la transformó la Intifada.
«Me puse a luchar contra la ocupación. O sea que mi rebelión empezó a los 50 años. Pero la pregunta no es por qué desperté, sino por qué estaba dormida. Y, se lo aseguro, también puede haber una militarización del alma, a través del adoctrinamiento».
La esperanza irlandesa
May McCann y Annie Campbell encarnan juntas el éxito y la esperanza. May creció en una comunidad católica y nacionalista de Belfast. Annie, en una familia protestante. Las dos se involucraron en organizaciones que buscaron el acercamiento, incluso a escondidas, entre mujeres de las dos comunidades. «Las mujeres también formaban parte del conflicto», diceMay.
En 1994, Annie fue una de las fundadoras de la Coalición de Mujeres que participó en la negociación de los acuerdos del Viernes Santo. «Nuestra fuerza consistió en que no adoptamos una posición en la cuestión constitucional. Éramos como un mediador dentro de la negociación. A veces nos tocaba humanizar unas discusiones que eran muy tensas».
El acuerdo de paz llegó y a Annie le entristece ver el bloqueo actual, «pero el panorama sigue siendo mucho mejor que antes». Y no escatima un consejo: «No hay alternativa a la mesa de negociación; incluso cuando ni siquiera hay un alto el fuego»